La Multiversidad Franciscana de América Latina (MFAL) es una institución de formación alternativa, a nivel superior, que combina la enseñanza con la práctica, la investigación con la promoción, y la reflexión con la afectividad. Todo ello desde un profundo compromiso ético de reencuentro con toda la vida.
La MFAL inició formalmente sus actividades en Abril de 1989, tras dos años de preparaciones, y como respuesta a revitalizar una vieja tradición franciscana de nutrir las ciencias y su enseñanza desde el pueblo mismo.
En efecto, la escuela franciscana de Oxford, desde fines del siglo XII, con las sucesivas contribuciones de Robert Grossesteste, Roger Bacon y Guillermo de Ockham, apuntó a que el conocimiento se nutriera de la directa experiencia de la Naturaleza. Así, con el devenir de los años, puede decirse que la ciencia moderna fue germinando en la obra de los artesanos, mercaderes y navegantes, y no sólo con los doctores o catedráticos. Su escenario era la vida de todos los días, del trabajo, en los mercados o los buques. Su ámbito no era la Universidad. Su lengua era la del pueblo y no el latín.
Esa historia sufrió mil y un reveses. Lentamente las nacientes ciencias fueron capturadas por el rígido clima universitario. Al hacerse más y más complejas se fueron distanciando de la gente de las calles. El experto suplantó al artesano. Y el saber se confundió con el poder.
B. Brech en su “Galileo Galilei”, dramáticamente pone en labios del sabio las raíces de esa transformación: “Mi opinión es que el único fin de la ciencia debe ser aliviar las fatigas de la existencia humana. Si los hombres de ciencia, atemorizados por los déspotas, se conforman solamente con acumular el saber por el saber mismo, se corre el riesgo de que la ciencia sea mutilada y de que sus máquinas sólo signifiquen nuevas calamidades. Así vayan descubriendo con el tiempo todo lo que hay que descubrir, su progreso sólo será un alejamiento progresivo para la humanidad. El abismo entre ustedes y ella puede llegar a ser tan grande que las exclamaciones de júbilo por un invento cualquiera recibirán como eco una enorme gritería universal. Yo, como hombre de ciencia, tuve una oportunidad excepcional: en mi época la astronomía llegó a los mercados. Bajo esas circunstancias únicas, la firmeza de un hombre hubiera provocado grandes conmociones. Si yo hubiera resistido, los estudios de las ciencias naturales habrían podido desarrollar algo así como el juramento de Hipócrates de los médicos, la solemne promesa de utilizar su ciencia sólo en beneficio de la humanidad. En cambio, ahora, como están las cosas, lo máximo que se puede esperar es una generación de enanos inventores que puedan ser utilizados para todos los usos.”
El drama sigue estando hoy presente. Hoy en días se suman las denuncias sobre la fragmentación de las ciencias y de su desvinculación de los dramas de las mayorías de la pobreza, y de la destrucción del ambiente. Pero los franciscanos sembraron la semilla de una ciencia que se hacía desde las plazas. “El movimiento franciscano se reveló como un impulsor de la cultura científica dentro de un medio social dominado por una ideología para la cual esa cultura aparecía como sospechosa de herejía. El prodigio franciscano será lograr esa transmutación entre sus fines primarios, como orden de activistas evangelizadores entre las masas empobrecidas e ignorantes y esas nuevas fronteras de la acción que para estos cristianos se abrían en las escuelas y universidades medievales.”
Muchos sienten que el saber hoy sirve más al dominio que a la liberación. La educación superior actual reproduce esta situación al estar ella misma fracturada: se separan la práctica, la investigación y la devolución y en los hechos se realizan actividades meramente técnicas que mantienen las actuales condiciones de injusticia. La ética se ha separado de la práctica y el trabajo intelectual se considera por encima del trabajo artesanal o manual de un obrero o un campesino. Más aún, la actual ciencia y técnica que se hace llegar a nuestro continente no ha logrado resolver los problemas generalizados de la pobreza, y paradojalmente sí ha servido a una aguda y extendida destrucción ambiental. Hemos recibido tecnologías contaminantes que han suplantado al conocimiento indígena. La ciencia se escuda tras un neutralismo que en los hechos legitima las actuales situaciones de injusticia.
En tanto en la generación y reproducción de estos conocimientos están las raíces de muchos de los males que hoy padece América Latina, la familia Franciscana no puede estar ajena a ellos. “…necesitamos propuestas alternativas. Transformaciones tecnológicas que mejoren la vida del hombre, de todos los hombres y de todos los pueblos, especialmente de los hombres y de los pueblos más carenciados. Proceso en armonía con las condiciones propias de la tierra. El proceso vital y armónico del hombre en la biósfera. Tenemos todas las posibilidades de hacerlo inmediatamente. Sólo falta liberar esas potencialidades. Porque ahora somos esclavos. La Orden está en condiciones óptimas para colaborar en este camino de América Latina, aún apenas iniciado.” De alguna manera escapar a este desafío, es también escapar a atacar las raíces de los problemas.
Los Franciscanos también tienen una antigua tradición en ese intento. En la búsqueda de hacer verdad una utopía franciscana en el Nuevo Mundo, y profundamente respetuosos de la diversidad humana, el “Colegio Superior de Santa Cruz de Tlatelolco” se constituye en el ejemplo más claro. Allí, en la temprana colonia, se organizaría un centro de enseñanza donde se respetaría las creencias de los alumnos con un profundo espíritu ecuménico, se demostraría con los hechos la igualdad entre los nativos y el europeo, y se enseñaría tanto en latín como náhuatl.
La Multiversidad se nutre de todos estos aportes. Ella puede ser caracterizada como un proyecto ecuménico, desde un compromiso ético de respeto a la diversidad de los hombres y de toda la vida. Su objetivo es acompañar la construcción del saber al servicio de la vida, y no de la muerte. Es un conocimiento que se recupera desde el saber popular, y se construye con todo el pueblo. El término Multiversidad señala claramente esta opción, en tanto se deberá “versar sobre lo diverso”, la diversidad de las culturas Latinoamericanas, de sus paisajes, plantas y animales, diversidad que es común al todo. Este programa formativo no separa el sujeto del objeto del conocimiento, sino que recupera una postura integral del saber junto a otros componentes vivenciales y afectivos.
La reflexión teológica es aquí esencial, en temas tales como la teología de la creación, la ética de la vida no-humana, el reto al que nos enfrenta la pobreza. En fin, es una formación que nace desde el compromiso con toda la vida, en especial la del pueblo, ya que allí está la fuente del saber y el objetivo de la praxis. Es por ello que el desafío está en re-crear una nueva ciencia desde el saber que está en todas las plazas de cualquier pueblo de América Latina.
Actualmente la MFAL realiza las siguientes actividades: (1) programa formativo, a nivel de maestrado, en Educación Popular. (2) Investigación en diversos temas relacionados con la vida, intercambio con otros centros de enseñanza y promoción, y publicaciones.
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